sábado, 11 de febrero de 2017

Demanda, tranquilidad y reposo (aka. vagancia)

Tiempo. Sobra, falta. Increible pero cierto. Vivo con tiempo de sobra deseando que pasara más lento. Que hiciera mella en mi. Mas eso no ocurre. El vaivén eterno. La calma de mi alma chocando con la prisa del mundo. Erosiona mi piel, busca penetrarme. No puedo vivir como un ermitaño, como he leído en ciertos lados, aunque asi quisiera en ocasiones. Hay cadenas de cotidianeidad y banalidad que me sujetan. Metas humanas, distracciones eternas. Seres que van, vienen. Quieren cosas, obtienen o no, bailan, flotan, se marchan, regresan. Figuras inentendibles. Mi calma y mi reposo. Que parece que debe terminar. Algo siempre falta. Trabajo, estudio, leer más, saber más. Para todos solo se ve la falta, ante esa otredad me veo vacia, se anula la palabra. Solo observo, oigo a las otras figuras, admiro y callo porque ante ellas yo solo percibo mi vacio que no puede aportar demasiado a sus existencias. Ante mi misma, me colmo. Me entiendo, no deseo más nada, por mi misma. Por mi calma. A veces pienso que si pudiera vivir solo en mi misma, con musica eterna, seria tan feliz. Pero no puedo, hay otros, no se puede evitar, hay necesidades, hay cariños, hay que sobrevivir. No puedo, por siempre vivir en mi mundillo interior. ¿Y entonces? Debo colmarme, buscar que esa satisfacción que obtengo en mi calma interior pueda acoplarse a la vida con otros seres.
Tengo que aprender a ser luz, entre tanta gente detrás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario