viernes, 20 de junio de 2014

Casandra y yo

Huelo por todos lados pulsión de muerte, cada vez más cerca, ya hasta se saborea. ¿Qué a que sabe? Creo… que a chocolate amargo. Amargo que se devora apenas se prueba, apetito voraz que deja un sabor turbio en la garganta, sabor turbio que solo se irá comiendo más. Así siento esa presión en mí, la presión de ser y de soltar, cautiva, incierto me despierta en la noche intentando seducirme, le digo que no, y me insiste, frenética me encuentro, no puedo encontrar salida, me dice que me vaya con ella, que así terminara todo, pero me encuentro sesgada por una realidad de la que no puedo soltar amarras. ¡Es tan difícil volar! Luces color sangre, sangre que corre y coagula, fantasmas raros, sonrisas que dan miedo. Soy Casandra, tengo la visión que los demás carecen, eso podría servir, sin embargo ¿de qué sirve si los velos cubren sus rostros?  Nada, nada sirve, es sencillamente mi única verdad, que no es verdad, se contesta a si misma porque nadie la lee. A veces hablo en primera persona otras en tercera, simplemente me desentiendo, no entiendo ese ser que “soy”, ser y nada, ser para mí, ser para los otros. Desvarío. A Casandra su saber le dolía tanto, ver, la vista, nadie la escuchaba, oídos sordos, ella no amaba a Apolo, el decidió maldecirla, ¿de qué sirve saber el futuro si no podes evitarlo? Esa era su frustración, angustia que compartimos. ¿Pero a quien no ame? He amado demasiado, se me ha acusado de no tener sentimientos, fría como el hielo, de no comprender las desdichas humanas. Más bien apostaría mi alma, (quien quisiera esa recompensa) es lo único que masomenos poseo, aunque escurridiza, a que las comprendo demasiado bien, y simplemente como poseo esa visión, sé que no puedo hacer nada. Palabras de aliento de calma envió, vuelven a mí para que les de ese calor que después acusan de frio (¡oportunistas!), como es mi destino, mas allá de vidente,  enfermera, que busca curar las desdichas del otro, mensajera de seres desconocidos, quiero curar, ¿pero quien a mi? Entendí mi destino pero en el fondo no me resigno, soy Don quijote que pelea contra los molinos. ¿Es absurdo? Sencillamente hace tanto dejo de importarme que es absurdo y que no. La vida me cuesta demasiado, porque la entiendo y me parece asquerosamente sin sentido, y a la vez tan bella, nada más que belleza y angustia. Eso, y vivir durmiendo, nunca estoy completamente despierta y jamás descanso. Eso y que sigo saboreando la pulsión de muerte, yo la calmo prometiéndole que iré con ella, pero hoy no, mañana.